Cuando la comida es un escape a la angustia y no se puede parar de comer…
Muchas personas se abalanzan sobre la comida repentinamente y consumen todo lo que encuentran a mano en cuestión de minutos. De ese modo sienten que descargan sus tensiones y de alguna manera se tranquilizan. Pero sólo por un rato, porque luego sienten culpa y angustia que los induce a comer de nuevo. Si te preocupa este tema, aquí te contamos más sobre esta conducta de alimentación compulsiva y cómo puede controlarse.
Cada vez que Antonella está nerviosa o angustiada, come. Si tiene que entregar un trabajo importante, come sin parar y ni hablar si tiene problemas con su jefe. Cuando discute con su marido, se aferra a los bizcochos de chocolate o a las tostadas con dulce de fresas como si fueran su tabla de salvación. Si está ansiosa porque se acerca una fiesta muy esperada, Antonella come y come. Lo hace incluso cuando a su hijo le va mal en el colegio, o cuando su beba no para de llorar. ¿Se comporta así por naturaleza o por costumbre, tendrá algún problema hormonal o simplemente no tiene ni gota de fuerza de voluntad?
La respuesta, en su caso, no es ni una ni otra. Antonella come para contrarrestar la angustia, la ansiedad y el estrés. Y esto no le pasa sólo a ella. Muchas personas canalizan sus emociones a través de un sándwich, un pedazo de pastel o un rebosante plato de comida. Desafortunadamente, se genera un círculo vicioso del cual no resulta sencillo salir.
Al comer por ansiedad estás consumiendo alimentos de manera descontrolada, lo que en muchos casos lleva a la obesidad, que suele estar acompañada por depresión, y ambas se potencian entre sí. A su vez, la depresión puede causar y ser resultado del estrés, y ambos también pueden provocar cambios en los hábitos alimenticios y en las actividades cotidianas que realiza la persona.
Esto se conoce como trastorno alimentario compulsivo o trastorno alimenticio compulsivo, una conducta que no sólo está asociada con la obesidad sino también con la anorexia nerviosa y otras complicaciones nutricionales.
La buena noticia es que existen formas de combatir estas sensaciones y estos hábitos y que hay varias maneras de controlarlos, a la vez mejorando tu salud. Eso no significa que la tarea sea sencilla: deberás adoptar nuevas costumbres que fomenten un estilo de vida saludable y necesitarás paciencia y sobre todo, fuerza de voluntad.
Por eso, premisa número uno: recuerda que el cambio es posible y que tú puedes cambiar.
Premisa numero dos: no intentes que el cambio sea de golpe, ni en tu dieta ni en tu rutina de actividades. “Lo bueno se saborea poco a poco”, dice el dicho popular, y este caso es similar: los cambios efectivos son los que se van incorporando lentamente y perduran en el tiempo.
Otras recomendaciones que pueden ayudarte a que logres tener control en tu próxima comilona son:
Reflexiona sobre tu forma de comer. Lleva un registro de tus hábitos alimenticios, anota qué comes, cuándo y en qué cantidad, y escribe qué piensas o sientes cada vez que comes. Por ejemplo: si estabas triste, si algo te molestaba, si habías tenido una experiencia estresante o pensabas que tenías que comer para tranquilizarte de algún modo.
Los ejemplos anteriores te ayudarán a reconocer tus emociones. Así que, la próxima vez que sientas la tentación de comer compulsivamente, detente antes de tomar cualquier bocado y piensa qué es lo que realmente te está impulsando a comerlo. Luego, busca el modo de resolverlo sin el alimento, que ciertamente, a menos que sientas hambre, no te ayudará a eliminar el problema.
Recuerda que si bien tratar la obesidad ayuda a reducir la depresión, la pérdida de peso nunca tiene éxito si continúas bajo estrés y experimentando sentimientos negativos. A veces conviene resolver los problemas emocionales antes de comenzar un programa para perder peso.
Trata de ser realista con tus percepciones y preocúpate por cosas verdaderamente importantes.
Si de verdad tienes motivos para estar triste, no te culpes. Reconoce tus sentimientos de angustia, impotencia o frustración, lo que te hace sentir incómodo. Lamentablemente, las cosas malas también suceden y debes atravesar el dolor para poder superarlo y dejarlo atrás.
Pide ayuda y trata de involucrar a toda la familia en un plan de alimentación más saludable: perder peso siempre es más fácil cuando cuentas con el apoyo de quienes te rodean.
Pídele a un amigo o familiar que te ayude a evitar las tentaciones, pero asegúrate de no competir con esa persona para perder peso.
No te prives del todo de las cosas que te gustan, pero reduce las porciones, y no te castigues si un día te sales de la dieta. En vez de eso, trata de pensar qué sentimiento hizo que comieras más en ese día en particular y cómo puedes sobrellevarlo de otra manera para no caer de nuevo en la tentación.
Si bien las estadísticas indican que los desórdenes alimenticios, sobre todo vinculados con problemas emocionales, son más comunes en las mujeres, los hombres también están en riesgo y también pueden padecer este tipo de problemas.
Lo bueno es que puedes hacer mucho para mejorar. En ese proceso de cambios es importante que te asesores por profesionales de varias especialidades, como psicólogos y nutricionistas, entre otros, que podrán orientarte no sólo con tu dieta sino también con tu estado físico y emocional. Lo importante es reconocer el problema y empezar a hacer algo al respecto.
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