
El acto de comer puede producirnos placer o malestar.
Muchas veces cuando comemos en exceso esto nos genera culpa y no necesariamente porque nos encontremos haciendo dieta.
La pregunta es ¿por qué sufrimos este malestar?
Existen varias teorías al respecto de este tipo de comportamiento, algunas hablan de una tendencia minuciosa a controlar todo, otras lo atribuyen a la falsa creencia que comer algo fuera de los alimentos planificados es “tirar todo por la borda”.
Cuanto más nos esforzamos por ponernos límites, y así no caer en la tentación, mayores son los deseos de comer y si sobreviene “el atracón” el sentimiento de culpa posterior mucha veces se hace inmanejable.
Este sentimiento no se justifica ya que el llevar adelante un nuevo hábito alimenticio requiere de cambios que serán progresivos y pausados.
El perfeccionismo de pretender no salirnos nunca de lo establecido es negar la posibilidad de darnos un gusto cada tanto.
Muchas veces existe la creencia de haber sobrepasado algunos límite cuando la verdad no es así. Para evitar este tipo de pensamientos culposos lo mejor es llevar un pequeño diario en el cual anotaremos lo que vamos consumiendo durante el día, de esta forma al revisarlo podremos saber si realmente cometimos algún exceso y elaborar una estrategia para evitar volver a realizarlo.
Existen muchas maneras de satisfacer el apetito, como por ejemplo incluyendo una colación extra. Esto será siempre más favorable y constructivo que comer en forma excesiva y luego quedarnos con la culpa que nos generó esa comida.
Muchos especialistas relacionan la dificultad para controlar el apetito o las excesivas ganas de comer en todo momento, con necesidades que se encuentran insatisfechas en otras áreas de nuestra vida.
Acompañar un programa para bajar de peso perteneciendo a algún grupo de autoayuda puede ser una buena manera de comenzar a manejar estos sentimientos de culpa.
El comer fuera de hora no es necesariamente algo malo que deba llenarnos de culpa, es más, por lo general nos ayudará a controlar los excesos, siempre y cuando aquello que comamos no tenga muchas calorías.
Los snacks o colaciones para cuando tenemos esos ataques de hambre, pueden ser variados y apetitosos, como por ejemplo galletitas o tostadas de salvado, frutas y vegetales, productos lácteos descremados como queso, yogur. La clave está en como los preparamos para que nos resulten atractivos, por ejemplo a una rodaja de pan integral podemos colocarle una rodaja de queso descremado, una de tomate y gratinarlo, se transformará en una deliciosa colación y será de bajas caloría.
Olvidar la culpa es fundamental así como planificar comidas para cuando la tentación nos ataca son acciones positivas que nos ayudarán a lograr nuestros sueños y objetivos.
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